A veces se
posa el invierno en el corazón.
Por esos días
hasta respirar duele.
El alma deambula por la casa
tapada con una colcha.
Afuera golpean
las manos
y tiran piedras
a la ventana
queriendo
entrar;
pero el perro de
la soledad
ladra,
torea,
muestra los
dientes.
Me digo:
no hay mal que
dure cien años;
siempre que
llovió paró;
que es
necesario,
como el planeta,
tener inviernos;
andar un tiempo
por la parte
oscura.
Así y todo
cuando los
fantasmas salen a la cancha
son como el
Barcelona.
Ganan con baile
y por goleada.
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