Amaneció
un estado de suspensión,
una
dulzura que permanece,
brisa
buena
que
ventila el alma.
Esto
sucede muy de vez en cuando
y no
dura mucho.
Hay que
sorberlo despacio
y
guardarlo bien adentro en la joroba.
La cosa
se ha puesto fea
hace un
tiempo.
El
desierto
crece y
crece inexorablemente.
Parece
tomarlo todo.
Ya casi
nadie
abre su
ventana
y deja un puñado de pasto,
algo de agua fresca.
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