“Desdramatice
Jorge”,
me dijo una vez
un psicólogo
luego de oírme
un largo rato.
Se sacó los
lentes,
los apoyó suavemente
sobre el
escritorio y agregó
“No lo pase todo
por el corazón”.
Sucede que el
buzón de entrada
de mensajes del
celular
hace unos días
está vacío.
Nadie ha
intentado
contactarse
conmigo.
Se trata, por
ahora,
de una nada
transitoria.
La imperiosa
necesidad
de querer y ser
queridos,
parece ser la
fuerza
que mantiene
unida a la manada.
Por eso hoy
en este pasillo
desierto,
hago una respiración
profunda
para que los luchadores de Sumo
que habitan mi cabeza
no se empiecen a
pelear.
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