Vivir en la Ciudad de los Hombres
tiene sus bemoles.
Conviene andar
con firmeza
suave
pocas cosas en el bolso
y no creérsela.
Saber que no todo es blanco y negro
en la Ciudad de los Hombres.
Que hay grises
y que dentro de esos grises
hay muchos.
Que desde arriba pueden verse,
en la Ciudad de los Hombres,
repartidos,
manchones de buen amor,
y a los que dan su palabra y la cumplen.
Que crecen juntos puntualmente
en la Ciudad de los Hombres
la paja y el trigo
y siempre es
una de cal y una de arena
allí, en la Ciudad de los Hombres.
Y no olvidarse,
no olvidarse nunca,
que vamos yendo
de uno en fondo
hacia la muerte.
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