Regresé
a la plaza
donde
jugaba
con
la barra
del
barrio.
Era,
por ese entonces,
como
un continente.
Allí
, a dos cuadras de casa,
probé
la feroz belleza
del
mundo.
Ahora
parece más pequeña
y
cada vez que vuelvo
empequeñece
un poco más.
El
agua que corrió
bajo
el puente
ha
hecho lo suyo.
Tal
vez
cuando
me aproxime
al
último silencio
sea
un minúsculo sol
difuso
y tibio
navegando
sereno
por
mi sangre.
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