Sigilo


sábado, 10 de diciembre de 2016

CUADERNO DE BITÁCORA

En este amanecer soleado el marino al que le fue confiada la  embarcación que navega mar adentro, deja debida constancia en su cuaderno de bitácora sobre el estado general de situación a esta altura del viaje .
Estima, si sus cálculos rudimentarios no lo inducen a error y no ocurre algún imponderable que la embarcación  se encuentra bastante más allá de la mitad de su travesía. La barca a esta altura, presenta distintas marcas en su casco fruto de tormentas, chubascos y fuertes rachas de viento que la azotaron desde que fue echada a la mar.  Es justo  consignar  que esas marcas, raspones y magulladuras varias  le han venido a otorgar una suerte de dignidad con la que antes no contaba. Es que su primer aspecto lucía un tanto arrogante, tal vez por la cantidad de adornos y arreglos que llevaba.  Detalles estos, en suma, que se fueron perdiendo con los años, uno a uno, lenta e inexorablemente  en la mar. Sin ellos,  la barca luce actualmente una marcha más ligera sobre las olas y cuenta con un andar sereno en  días de calma, como el de hoy.
Este marino durante años y años, puso especial esmero y atención en cuidar los mínimos detalles de la embarcación. Con el correr del tiempo los fue olvidando  para terminar atrapado por la inmensidad del paisaje que lo rodea: esa línea sin fin del horizonte,  la diferente gama de colores que regala el cielo según el día y la estación; la multitud de tierras que ha visitado ( comarcas todas diversas y parecidas a la vez);  las estrellas que laten y la fiel compañía del sol y la luna.
Y debe confesar que, contrariando las leyes de la lógica que gobiernan el recto pensamiento y obrar humanos,  ello no ha  provocado en su espíritu ni la más mínima zozobra.
Ahora  su atención se centra  en otear bien el cielo, seguir la dirección del viento y atender hacia donde van las mareas.
El tripulante quisiera brindar un minucioso  detalle de todo lo visto y vivido, pero su memoria solo logra dar cuenta de una sucesión de días y noches que han acabado por fundirse en uno solo: el día de hoy con su sol, su  noche y su luna.
A lo que no encuentra palabras, es para  referir aunque sea un ápice acerca de la majestad, anchura y profundidad del poderoso silencio que lo ha envuelto y lo  acompaña desde la primer milla marina. Un silencio tan compacto y vívido que hasta podría tocarse.
Hoy por hoy, ya sin retorno, parecería no importar llegar ni adonde. Los primeros sueños que impulsaron el viaje fueron trocando por otros, y estos por otros, y así. La travesía por sí misma  parece ser suficiente.
Se cierra por hoy, este informe de situación consignando que hay buen tiempo y buen ánimo para lo que reste y pudiera venir. 


                                                          


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