Sigilo


jueves, 14 de julio de 2016

DE HARINA

Por la mañana,
sensación térmica treinta y dos grados.
En la panadería, la señora delgada,
casi un junco,
me dijo que se levantó a las cinco
para hacer unas facturas
que ella llama ojitos de buey.
Llevan dulce de membrillo
y por el calor se le deshacían.
Que intentó varias veces y desistió.
"Es que si el dulce no está bueno
la factura no sale bien, señor".

Ella, de un metro sesenta,
con un delantal amarillo,
puro ojos, ojos como lagos,
puro sudor,
en una panadería de barrio
de un país bien al sur,
quiso una y otra vez
que el fruto de sus manos sea bueno.

No había podido y eso le dolía.

Nos ponemos de pie...

A pesar del cansancio
la señora de la panadería sonríe.

Sin quererlo ni saberlo
con su fusil de harina,
sus ojos como lagos,
hace la revolución.

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