Una nube sola
llovió por unos instantes
sobre un niño solo.
Era una columna de agua
a pleno sol.
Después,
así como vino se fue.
El niño quedó empapado
a las carcajadas y feliz.
Ahora debe regresar a casa.
Sus padres, seguro, lo reprenderán.
No le creerán la maravilla.
Su única defensa posible
y él no lo sabe,
son
estos versos.
El niño,
y
tampoco lo sabe, no está solo.
A los poetas,
prolijamente repartidos por el mundo
les pasa lo mismo.
Y así
desde siempre.
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