Ahí
está el correcaminos
siempre
sonriente
siempre
indemne
y
el coyote por detrás .
Toda
una sucesión
de
tretas,
explosiones,
explosivos,
persecuciones
, huídas,
nubecitas
que
se levantan del piso
allá
al fondo del precipicio.
Y
así una y otra vez.
El
correcaminos yendo
por
rutas desiertas y polvorientas
y
el coyote , perdedor entrañable,
queriendo
dar
a
la caza alcance.
Circularidad
que no cesa,
eterno
retorno eterno,
tibia
casa de la infancia
del
que sabe
de
la secreta y minuciosa
faena
del tiempo;
tiempo
que pone y saca
a
su antojo,
que
siempre mueve las piezas.
Que
no se detiene
ni
retrocede jamás.
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